La historia de España está marcada por episodios oscuros que han dejado huellas profundas en la memoria colectiva. Uno de esos capítulos es el de los últimos fusilamientos del franquismo, que tuvieron lugar en septiembre de 1975. Este evento no solo representa una violación de los derechos humanos, sino que también simboliza el sufrimiento de las familias de las víctimas, quienes aún luchan por la memoria y la justicia. En este artículo, exploraremos la historia de José Luis Sánchez-Bravo, uno de los fusilados, y el impacto que su muerte tuvo en su familia y en la sociedad española.
La madrugada del 27 de septiembre de 1975, el sonido de tres disparos resonó en la finca de Hoyo de Manzanares, Madrid. Victoria Sánchez-Bravo, hermana de José Luis, fue testigo de la brutalidad del régimen franquista. Su grito desgarrador, «¡Asesinos, asesinos!», se convirtió en un eco de la desesperación y el dolor que sentía por la pérdida de su hermano. José Luis, un joven de 21 años, había sido condenado a muerte por el régimen por su activismo político y su oposición al franquismo. La ejecución de José Luis y otros cinco jóvenes fue el resultado de un consejo de guerra que carecía de las más mínimas garantías legales, un proceso que muchos expertos han calificado de «esperpéntico».
### La Injusticia de un Proceso Sumarísimo
El consejo de guerra que condenó a muerte a José Luis y a otros cinco acusados fue un ejemplo claro de la falta de justicia que caracterizaba al régimen de Franco. El 17 de septiembre de 1975, estos jóvenes fueron acusados de participar en el asesinato de un teniente de la Guardia Civil por un comando del Frente Revolucionario Antifascista Patriota (FRAP). Sin embargo, el proceso judicial fue un mero trámite, donde las pruebas y los testimonios fueron desestimados sin consideración. La abogada Paquita Sauquillo, quien defendió a uno de los acusados, recordó que el tribunal no admitió ni pruebas ni testigos, y todas las peticiones de la defensa fueron rechazadas. La rapidez con la que se llevó a cabo el juicio, que duró apenas 19 minutos, es un testimonio de la falta de interés del régimen en garantizar un juicio justo.
La incomunicación y la tortura fueron prácticas comunes en la Dirección General de Seguridad, donde los jóvenes fueron detenidos. Victoria Sánchez-Bravo relata cómo su familia no recibió noticias de José Luis durante días, lo que aumentó su angustia. Cuando finalmente pudieron verlo, su estado era desolador; había sido torturado y desfigurado. Este sufrimiento no solo afectó a José Luis, sino que también dejó una marca indeleble en su familia, que vivió en la incertidumbre y el miedo.
La naturaleza del proceso fue tan viciada que incluso el secretario general del Partido Comunista de España, Santiago Carrillo, prohibió a sus abogados defender a los militantes del FRAP, buscando distanciarse de los atentados. Esta decisión dejó a los acusados sin una defensa adecuada, lo que contribuyó a la condena de muerte de José Luis y sus compañeros. La falta de apoyo y la traición de sus propios partidos políticos hicieron que la situación fuera aún más desesperante.
### El Eco de un Lamento
La ejecución de José Luis Sánchez-Bravo no solo fue un acto de violencia estatal, sino que también simboliza el sufrimiento de muchas familias que perdieron a sus seres queridos en la lucha contra el franquismo. Victoria, en su dolor, se convirtió en una voz de resistencia. A lo largo de los años, ha luchado por la memoria de su hermano y por la justicia que nunca llegó. Su historia es un recordatorio de que las heridas del pasado no sanan fácilmente y que la lucha por la verdad y la reparación es un camino largo y difícil.
El 18 de octubre de 2024, el Gobierno español finalmente reconoció la injusticia sufrida por José Luis y otros condenados, anulando sus sentencias. Sin embargo, para Victoria, este reconocimiento llegó demasiado tarde. Su madre ya no estaba para ver que su hijo era inocente, y el dolor de la pérdida sigue presente. La lucha de Victoria no solo se limita a la memoria de su hermano, sino que también se extiende a otras causas sociales, como la preservación del Mar Menor en Murcia, donde se ha involucrado activamente.
La historia de José Luis Sánchez-Bravo es un testimonio del sufrimiento humano y de la lucha por la justicia en un contexto de represión. A medida que se cumplen 50 años de su ejecución, es fundamental recordar estos eventos y reflexionar sobre las lecciones que nos dejan. La memoria histórica es un pilar esencial para construir un futuro más justo y equitativo, donde las atrocidades del pasado no se repitan. La voz de Victoria y de tantas otras familias que han sufrido en silencio debe ser escuchada y honrada, para que nunca más se repita la historia de la violencia y la injusticia en España.