Las colinas de Ramala, en Cisjordania, son testigos silenciosos de una realidad desgarradora. En este rincón del mundo, donde la vida y la muerte coexisten en un delicado equilibrio, la historia de Ammar Hamayel, un niño de 13 años, resuena con un eco de dolor y esperanza truncada. Ammar soñaba con ser campeón de muay thai, pero su vida fue arrebatada de manera brutal el 23 de junio, cuando un disparo de un soldado israelí puso fin a sus sueños y a su existencia. La madre de Ammar, Fida Hamayel, se encuentra en un estado de duelo perpetuo, recordando a su hijo con cada rincón de su hogar, donde su imagen y sus logros deportivos aún permanecen vivos.
### La Vida de un Niño Soñador
Ammar era un niño lleno de vida, pasión y ambiciones. Desde muy joven, mostró un interés notable por el muay thai, un arte marcial que no solo le proporcionaba disciplina, sino también una vía para canalizar su energía y aspiraciones. Fida, su madre, había hecho sacrificios significativos para que Ammar pudiera entrenar y competir, incluso ahorrando para que pudiera participar en competiciones internacionales. «Era alegre y muy listo», recuerda Fida, con una mezcla de orgullo y tristeza. Su dedicación al deporte se reflejaba en sus calificaciones escolares, donde siempre se esforzaba por obtener las mejores notas.
El día de su muerte, Ammar salió de casa con un amigo para comprar un zumo, un acto cotidiano que se tornó en tragedia. Mientras jugaban cerca de una base militar, un francotirador disparó contra ellos, impactando a Ammar en la espalda. La madre, que había hablado con él solo minutos antes, recibió la devastadora noticia de que su hijo estaba herido. Sin embargo, la realidad fue mucho más cruel: Ammar estuvo dos horas desangrándose sin recibir asistencia médica, un tiempo que Fida describe como «dos horas eternas». La impotencia y la desesperación de no poder llegar a su hijo en esos momentos críticos son un testimonio del sufrimiento que muchas familias palestinas enfrentan bajo la ocupación.
### La Realidad de la Ocupación
La historia de Ammar no es un caso aislado. Desde el 7 de octubre de 2023, cuando comenzó la escalada de violencia en Gaza, la situación en Cisjordania se ha vuelto aún más crítica. La ONU ha documentado más de 1.000 muertes en las redadas del Ejército israelí en la región, y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia ha informado que 124 niños palestinos han perdido la vida en este conflicto. La violencia y la opresión son parte de la vida diaria en esta región, donde los niños, como Ammar, se ven atrapados en un ciclo de violencia que les arrebata sus sueños y su futuro.
Fida Hamayel, al igual que muchas madres palestinas, enfrenta la dura realidad de perder a un hijo en un contexto de conflicto. «Nuestros hijos tiran piedras y ellos responden con balas», dice su tío Yaffar, quien también ha sido testigo del sufrimiento de su familia y de su comunidad. La ocupación ha dejado cicatrices profundas en la sociedad palestina, y cada historia de pérdida es un recordatorio del costo humano de este conflicto.
La familia de Ammar ha expresado su desconfianza en el sistema de justicia israelí, que ha prometido investigar su muerte, pero que, según ellos, no traerá justicia. La Federación Internacional de Asociaciones de Muay Thai ha condenado el asesinato de Ammar, lo que ha llevado a que el equipo israelí no pueda participar en competiciones internacionales como país, obligando a sus atletas a competir de manera individual. Esto refleja cómo el deporte, que debería ser un espacio de unión y paz, se ve afectado por la violencia y la política.
La historia de Ammar Hamayel es un recordatorio desgarrador de la fragilidad de la vida en Cisjordania. En un lugar donde los sueños de los niños son a menudo aplastados por la realidad de la ocupación, la memoria de Ammar vive en su familia y en su comunidad. Las medallas que ganó en competiciones, los recuerdos de su risa y su alegría son un testimonio de lo que pudo haber sido. La lucha de su madre por mantener viva su memoria es un acto de resistencia en sí mismo, un intento de desafiar la narrativa de la ocupación que busca borrar las historias de los palestinos.
La vida de Ammar y su trágico final son un llamado a la conciencia sobre la situación en Cisjordania y la necesidad de un cambio. La violencia y la opresión no solo afectan a los que son directamente impactados, sino que también dejan una huella imborrable en las comunidades y en la sociedad en su conjunto. La historia de Ammar es un recordatorio de que detrás de cada estadística hay una vida, un sueño y una familia que sufre. En un mundo donde la paz parece lejana, la memoria de Ammar y de tantos otros niños como él debe ser honrada y recordada, no solo como una tragedia, sino como un llamado a la acción por un futuro donde los sueños de todos los niños, independientemente de su origen, puedan hacerse realidad.