En el verano de 1972, el mundo del boxeo estaba en plena efervescencia y Muhammad Ali, el legendario púgil estadounidense, se encontraba en el centro de atención. Con una carrera que ya había dejado huella en la historia del deporte, Ali había conquistado el título mundial de los pesos pesados y había desafiado las normas sociales y políticas de su tiempo. Su visita a Barcelona en agosto de ese año no solo fue un evento deportivo, sino un espectáculo que capturó la esencia de su personalidad y su impacto en la cultura popular.
### La llegada de un ícono
El 29 de julio de 1972, Muhammad Ali aterrizó en el aeropuerto de Barajas, Madrid, procedente de Casablanca, donde había participado en otra pelea de exhibición. Acompañado por un pequeño séquito que incluía a su entrenador Angelo Dundee, su esposa Belinda y su madre Odessa, Ali llegó a Barcelona en un vuelo nocturno. Su llegada fue un evento mediático; la prensa estaba ansiosa por cubrir cada movimiento del campeón, quien ya había cambiado su nombre de Cassius Clay a Muhammad Ali como parte de su conversión al islamismo.
Ali se alojó en el hotel Manila, ubicado en la Rambla, donde rápidamente se convirtió en el centro de atención. Durante una rueda de prensa, mostró su carisma y su ingenio, respondiendo a preguntas sobre su vida, su carrera y su postura pacifista. A pesar de su fama, Ali no se mostró reacio a hablar sobre temas serios, como la guerra de Vietnam y la lucha contra las drogas, aunque con un toque de humor que lo caracterizaba. Su respuesta a la pregunta sobre cómo un pacifista podía ser boxeador fue memorable: «Yo soy un deportista, no un asesino, no salgo al ring a matar a nadie».
La prensa española, sin embargo, continuó refiriéndose a él como Cassius Clay, lo que provocó la irritación del campeón. Ali, decidido a dejar atrás su antiguo nombre, se mostró despectivo ante esta denominación, reafirmando su identidad y su lucha por los derechos civiles. Su visita a Barcelona no solo fue un combate de exhibición, sino también una oportunidad para que Ali compartiera su mensaje de paz y justicia social.
### El combate en la Plaza de Toros Monumental
El 1 de agosto de 1972, la Plaza de Toros Monumental de Barcelona se convirtió en el escenario de un evento que prometía ser inolvidable. Con un aforo casi completo, se vendieron 12,000 entradas para una velada que incluía cinco combates, siendo el estelar el enfrentamiento entre Muhammad Ali y el argentino Goyo Peralta. La expectativa era alta, y el ambiente estaba cargado de emoción.
Ali pesó 99 kilos, mientras que Peralta marcó 90.2 kilos en la báscula. La velada fue organizada por Luis Bamala, un conocido promotor de la época, quien había logrado reunir a un público ansioso por ver a uno de los más grandes boxeadores de todos los tiempos. La pelea se anunció como un enfrentamiento de ocho asaltos de dos minutos cada uno, y la crítica especializada no tardó en calificar el evento como un espectáculo excepcional.
Los comentaristas describieron la actuación de Ali como un despliegue de agilidad y velocidad, algo poco común en un peso pesado. A pesar de su tamaño, Ali se movía con la gracia de un peso pluma, sorprendiendo a todos los presentes. La velada fue un éxito rotundo, y los asistentes quedaron maravillados por la habilidad del campeón, quien logró mantener la atención del público durante toda la noche.
Entre los asistentes al combate se encontraban figuras del deporte español, como José Legrá y Pedro Carrasco. Sin embargo, uno de los momentos más comentados de la noche fue cuando Ali se negó a estrechar la mano de José Manuel Ibar Urtain, otro destacado boxeador de la época. Este gesto fue interpretado como un símbolo de la actitud desafiante de Ali, quien siempre se mantuvo firme en sus convicciones.
La cobertura del evento fue extensa, y los medios de comunicación no escatimaron en elogios hacia Ali. La filmación del combate, que fue retransmitida por Joaquim Maria Puyal, capturó la esencia de una noche mágica en la que el boxeo se convirtió en un espectáculo de entretenimiento y un vehículo para la reflexión social.
### El impacto cultural de Muhammad Ali
La visita de Muhammad Ali a Barcelona en 1972 dejó una huella imborrable en la ciudad y en la cultura del boxeo en España. Su personalidad carismática y su compromiso con causas sociales resonaron en un país que, en ese momento, estaba experimentando cambios significativos en su historia política y social. Ali no solo fue un campeón en el ring, sino también un símbolo de resistencia y lucha por la igualdad.
Su legado perdura no solo en el ámbito deportivo, sino también en la forma en que abordó temas de justicia social y derechos humanos. A través de su vida y su carrera, Ali se convirtió en un referente para muchas generaciones, inspirando a personas de todo el mundo a luchar por lo que creen y a no rendirse ante la adversidad.
La figura de Ali ha sido objeto de numerosos documentales, libros y películas que han explorado su vida y su impacto en la sociedad. Su visita a Barcelona es recordada como un momento clave en la historia del boxeo y un ejemplo de cómo el deporte puede ser un vehículo para el cambio social. La combinación de su talento en el ring y su capacidad para conectar con el público lo convirtió en un ícono que trasciende el tiempo y las fronteras.
En resumen, la visita de Muhammad Ali a Barcelona en 1972 fue un evento que no solo celebró el boxeo, sino que también destacó la importancia de la lucha por la justicia y la igualdad. Su legado continúa vivo, y su influencia sigue siendo relevante en la actualidad, recordándonos que el deporte puede ser una poderosa herramienta para el cambio.
