Las principales potencias económicas del mundo, agrupadas en el G7, han tomado una decisión significativa que impactará el panorama fiscal global. Este acuerdo, que se formalizó recientemente, excluye a las multinacionales estadounidenses del impuesto mínimo del 15% que se aplicaría a las empresas con ingresos superiores a 750 millones de euros. Esta medida ha sido anunciada por el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, quien ha estado en el centro de las negociaciones que llevaron a este acuerdo.
La decisión se produce en un contexto donde las relaciones fiscales entre países se han vuelto cada vez más complejas. Bessent utilizó su cuenta en X (anteriormente Twitter) para comunicar que el acuerdo se firmará pronto, destacando que este logro es un resultado de meses de diálogo productivo con otras naciones sobre el Acuerdo Fiscal Global de la OCDE. En sus declaraciones, enfatizó que el presidente Donald Trump desempeñó un papel crucial en la consecución de este acuerdo, al emitir órdenes ejecutivas que defendían la soberanía fiscal de Estados Unidos.
### Implicaciones del Acuerdo para las Multinacionales
La exclusión de las multinacionales estadounidenses del impuesto mínimo es un movimiento estratégico que busca proteger los intereses fiscales de EE.UU. Según Bessent, esta medida permitirá al país evitar la pérdida de más de 100.000 millones de dólares en ingresos fiscales. Este cálculo se basa en la premisa de que, al no aplicar el impuesto mínimo, se preservará la base imponible de las empresas estadounidenses, lo que es crucial para mantener la estabilidad económica del país.
Además, el acuerdo también implica que se eliminarán los impuestos a los servicios digitales, que han sido objeto de controversia en los últimos años. Estos impuestos han sido implementados por varios países para gravar los beneficios de empresas tecnológicas estadounidenses como Meta, Apple y Amazon. La eliminación de estos impuestos es vista como un alivio para las multinacionales que operan en el extranjero, ya que les permitirá mantener una mayor parte de sus ganancias.
Bessent ha solicitado al Congreso de EE.UU. que elimine la «cláusula 889» o «impuesto de la venganza», que permitía a Washington tomar represalias fiscales contra países que discriminaban a las empresas estadounidenses. Este cambio es parte de un esfuerzo más amplio para facilitar un entorno fiscal más favorable para las empresas estadounidenses en el extranjero.
### Reacciones Internacionales y el Futuro del Acuerdo
La ministra británica de Hacienda, Rachel Reeves, también ha comentado sobre el acuerdo, señalando que es un paso importante que brinda certidumbre a las empresas. Este tipo de reacciones subraya la importancia del acuerdo no solo para EE.UU., sino también para otros países que buscan establecer un marco fiscal más coherente y predecible.
Sin embargo, el acuerdo no ha estado exento de críticas. Algunos analistas advierten que la exclusión de las multinacionales estadounidenses podría generar tensiones con otros países que han adoptado el impuesto mínimo del 15%. La preocupación radica en que este tipo de medidas pueden llevar a una carrera hacia abajo en la tributación corporativa, donde los países compiten por atraer inversiones a través de tasas impositivas más bajas.
El contexto de este acuerdo es aún más relevante dado que, a nivel global, muchos países están buscando formas de aumentar sus ingresos fiscales tras la pandemia de COVID-19. La presión para implementar impuestos más altos a las corporaciones ha crecido, y la decisión del G7 de excluir a EE.UU. podría complicar estos esfuerzos.
En el ámbito interno, la administración de Trump ha dejado claro que no tiene intención de ratificar el Acuerdo Fiscal Global de la OCDE, que establece un impuesto corporativo mínimo del 15%. Esta postura ha generado un debate sobre la capacidad de EE.UU. para liderar en cuestiones fiscales globales, especialmente cuando otros países están adoptando medidas para aumentar la equidad fiscal.
A medida que el G7 avanza con este acuerdo, será crucial observar cómo se desarrollan las relaciones fiscales entre las naciones y cómo las empresas multinacionales se adaptan a este nuevo entorno. La capacidad de EE.UU. para mantener su competitividad fiscal en un mundo cada vez más interconectado será un factor determinante en la economía global en los próximos años.